Los que amamos, y seguimos amando, la filosofía zen, con sus manifestaciones en la poesía o el cine, miramos asombrados la enorme desolación de ese desastre, el tsunami arrastrando barcos, borrando pueblos, y los rayos gamma de Fukushima que se extienden por los arrozales de Ibaraki y las calles comerciales de Tokio, y hay quienes aún defienden la bonanza y necesidad de la energía nuclear. Qué buen negocio a cambio de arruinar el futuro (la salud, la industria alimentaria, la paz, la alegría).
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